Esta semana vivimos la historia de “David y Goliat” en el fútbol inglés:
Grimsby Town, un club de cuarta división, eliminó al histórico Manchester United en la Carabao Cup tras una dramática tanda de penales que terminó 12 a 11.
Para ponerlo en perspectiva: el valor de la plantilla del United ronda los mil millones de dólares. El de Grimsby: 4.3 millones. Es decir, el equipo chico cuesta lo que el equipo grande gasta en “viajes y entretenimiento”.
El portero de Grimsby, que ganará este año menos de lo que un jugador del United cobra en una semana, dijo entre risas al final del partido: “Soy fan del United, así que estoy medio molesto”. Medio, nada más.
En la superficie, fue una sorpresa. Pero si se mira con atención, hay mucho más que una tanda de penales, hay grandes lecciones.
La historia está llena de ejemplos donde el exceso de confianza fue el peor enemigo del favorito. En los negocios, en el deporte, en la vida, la subestimación es una trampa silenciosa: no se ve venir, pero cuando llega, puede costarte caro. ¡Aguas!
Grimsby no tenía un presupuesto millonario, ni una plantilla estelar, ni instalaciones de primer nivel. Lo que sí tenía era la motivación de demostrar que también podían competir. Y eso muchas veces es más poderoso que cualquier recurso.
Como líderes, cuando creemos que “ya la hicimos” o que el de enfrente “no tiene con qué”, dejamos de prepararnos con rigor. Dejamos de escuchar. Dejamos de crecer. Y entonces, perdemos. No por falta de talento, sino por falta de humildad. ¡No te duermas en tus laureles!
Grimsby jugó con lo que tenía: convicción, entrega, disciplina y corazón. Mientras el United llegaba con vuelos privados y celebridades en las gradas, Grimsby llegó con hambre de trascender. Esa es la clase de energía que cambia el rumbo de un juego.
En toda organización existe una moneda que vale más que cualquier bono: la voluntad de dejarlo todo por un objetivo común. Ese “vamos todos juntos”, ese “esto también es mío”, ese fuego que no depende del sueldo ni del título. Y eso no se improvisa. Se cultiva. Se contagia… y viene desde arriba.
La historia no solo es impactante por el resultado, sino por lo que representa: que un equipo “chico” pueda dar lecciones a un gigante global. Porque no se trata solo de lo que tienes, sino de cómo lo usas.
En el día a día, nos toca liderar equipos donde muchas veces las mejores ideas no vienen del que tiene el cargo más alto, sino del que ve el problema con otros ojos. El verdadero liderazgo consiste en tener la apertura para aprender de todos, incluso —y sobre todo— de quienes creemos que tienen menos que enseñarnos. ¡Estate atento a ellos!
Más allá del marcador, este partido nos deja una enseñanza más profunda: la verdadera victoria no siempre está en el resultado, sino en la manera en que te presentas a jugar.
Todos enfrentamos gigantes. Todos, en algún momento, somos Grimsby. Pero también todos, en algún momento, podemos ser el United que se duerme en sus laureles. La pregunta no es qué tan grande eres, si no ¿con qué actitud estás jugando?