Esta semana robaron los titulares deportivos: las semifinales de la Champions League, el Gran Premio de Miami, la pelea del “Canelo” Álvarez, el Kentucky Derby. Sin embargo, hubo un evento que pasó desapercibido: el ampayer Nic Lentz hizo historia en la MLB en el juego entre los Rays y los Angels en Tampa Bay. ¿Qué hizo?
Lentz se convirtió en apenas el tercero en registrar un juego perfecto como ampayer desde que existen las tarjetas de puntuación de árbitros (2015).
¿Qué significa eso? Que cada decisión que tomó al cantar bolas y strikes fue correcta, ni una sola falló. En casi 300 lanzamientos, no se equivocó una sola vez. Impecable.

Este dato no acaparó titulares como el 3-3 del Barcelona e Inter de Milán o el triunfo del “Canelo”. Pero para quienes amamos los pequeños detalles del deporte, esto fue una obra maestra. ¡Los ampayers, referees y árbitros también cuentan! Y vaya que este evento de Lentz nos deja mucho que aprender.
Primero, la excelencia está en los detalles. Un juego perfecto como ampayer no se consigue por suerte o por un “milagro”. Se consigue por estar presente en cada jugada, por preparación previa, por estudiar, por mantenerse enfocado durante casi tres horas. No hay lugar para la distracción. En el mundo laboral, familiar o profesional, abundan las distracciones. Pocas palabras, hay que estar concentrados si deseamos la perfección. ¿Escuchas o oyes? ¿Estás presente en tus compromisos? ¿o sólo haces presencia?
Segundo, hay grandeza en hacer bien lo invisible. Este hecho no generó trending topics ni portadas. Pero en la vida hay personas —y tú seguro conoces a más de una— que hacen su trabajo con excelencia aunque no les aplaudan. El jefe que prepara cada junta con cuidado. La mamá que organiza todo sin hacer ruido. El colaborador que resuelve sin pedir medallas. ¡Héroes ocultos! Hay ocasiones que toca ser uno, en otras, identificarlos y agradecerles.
Y tercero, el buen juicio también se entrena. Tomar decisiones acertadas no es suerte. Es fruto de observar, aprender, equivocarse y mejorar. Como Lentz, que ha afinado su “ojo” durante años, así nosotros afinamos el criterio con cada experiencia, con cada error y acierto, con cada feedback. ¿Estás afinando tu “ojo”?
Quizá no todos podamos tener siempre un “juego perfecto”, pero todos podemos aspirar a ser impecables en lo que hacemos. No importa si lo notan o no. Porque, al final del día, la satisfacción de hacer las cosas bien es el mejor premio. ¿Y tú, en qué parte de tu vida puedes aspirar a un “juego perfecto”?