Hace un par de semanas, mientras leía noticias deportivas, me topé con una nota, pero sobre todo, con una foto que ilustraba a un par de jugadores de fútbol soccer con un parche en un ojo, como si fueran piratas…
Resultó ser la selección Sub-21 italiana, donde su entrenador Francesco Baldini, decidió pedirle a sus jugadores que entrenaran así: con un ojo cubierto.
Es un método que Baldini llama “ver con la mente”, y que busca mejorar el equilibrio, la coordinación neuromuscular, la atención y reducir la sensación de cansancio físico. Durante veinte minutos, los jugadores pasan por tres fases: primero, cierran su ojo dominante. Luego, se tapan el otro. Y al final, completan el entrenamiento sin el parche.
El Director Técnico explica su lógica de una manera contundente: “Quiero enseñar a mis jugadores a ver el campo no sólo con los ojos, sino también con la mente y con el cuerpo.” Y esa frase, si la pensamos más allá del fútbol, tiene mucha profundidad.
En la vida —y especialmente en el trabajo— casi siempre entrenamos con los dos ojos abiertos. El ojo de los resultados y el ojo de los números. Medimos, analizamos, comparamos. Buscamos precisión, control, métricas. Pero rara vez cerramos un ojo para fortalecer otros sentidos: la intuición, la empatía, la ética, la calma.
A veces, para ver mejor, hay que aprender a mirar con los ojos cerrados. Cerrar un ojo no significa perder visión. Significa entrenar la percepción. Cuando una parte de nosotros se desconecta del ruido externo, la otra se vuelve más aguda, más presente. Lo mismo pasa en el liderazgo: cuando todo parece borroso, los buenos líderes no buscan ver más… buscan sentir mejor.
Según estudios de la Harvard Business Review, el 85% de los grandes líderes asegura que su intuición “jugó un papel clave” en las decisiones más importantes de su carrera. Y eso no se enseña en un Excel: se entrena con presencia, silencio y autoconocimiento.
En momentos de crisis o incertidumbre, cuando no tenemos toda la información, confiamos en algo más profundo: nuestra preparación, nuestros valores, nuestra intuición. Ahí es donde “ver con la mente” cobra sentido. Liderar no es tener todos los datos, sino tener la claridad mental para decidir cuando el panorama no es claro.
Como decía Miyamoto Musashi, el legendario samurái: “El ojo de la mente es más fuerte que el ojo del cuerpo.” Y eso también se entrena.
Así como el DT entrena a sus jugadores a sentir el campo sin verlo, nosotros podemos entrenarnos a decidir sin miedo, a actuar con convicción y a escuchar más de lo que hablamos.
En el fondo, ver con la mente —como dice Baldini— es la esencia de liderar: confiar en lo que no se ve, pero se siente. Porque el liderazgo no se trata de mirar más lejos, sino de ver más profundo. Como dicen: “A veces hay que cerrar un ojo para abrir la visión. Porque sólo cuando entrenamos la mente, los ojos aprenden a ver de verdad.”

