Esta semana se celebró el único torneo de Tenis Masters 1000 en suelo italiano: el clásico de Roma. Mientras muchos enfocaban la atención en los top tenistas italianos Jannik Sinner o Jasmine Paolini, hay una historia más grande que contar: ¿cómo un país que históricamente estuvo a la sombra de potencias como Estados Unidos, Francia o Australia, hoy es protagonista en el tenis mundial?
La respuesta no está en una generación dorada por accidente. Italia ha construido un sistema robusto, estratégico y bien pensado. Lo hizo a través de lo que muchos en el deporte llaman las tres C’s del desarrollo de talento:
Coaching. Italia rompió con el modelo centralizado de formar a unos pocos elegidos en academias lejos de casa. En su lugar, la federación decidió fortalecer a los entrenadores locales en todo el país, acercando los recursos al entorno de cada jugador.
Competencia. Los torneos importantes no son fáciles de alcanzar, ni baratos para viajar. Así que Italia aumentó la cantidad de torneos Challenger (19 este año, más que cualquier otro país) y WTA 125 (8), permitiendo que sus jugadores tengan más fogueo y experiencia en casa.
Canchas. Aunque la cancha de arcilla es el alma del tenis italiano, la mayoría de la temporada profesional se juega en cancha dura. Italia lo entendió y cuadruplicó la cantidad de canchas duras desde 2010.
Y este fin de semana, los resultados volvieron a hablar: Jasmine Paolini campeonó en Mujeres y Jannik Sinner quedó en segundo lugar en Hombres.
La evolución del tenis italiano nos recuerda que más importante que buscar un sistema centralizado y rígido es construir uno que funcione para su gente. El éxito de Italia vino cuando dejó de imponer un camino único y comenzó a empoderar a los entrenadores locales, adaptándose a los contextos individuales. En nuestras organizaciones, sucede lo mismo: descentralizar no es perder el control, es multiplicar el impacto. Si quieres escalar talento, pregunta menos por la fórmula perfecta y más por cómo puedes remover obstáculos para que otros crezcan. Por ello, invierte tiempo en entender qué necesita tu equipo para rendir mejor desde donde están. La confianza y los recursos distribuidos crean más campeones que las jerarquías.
Italia no apostó todo a un par de torneos de élite. Decidió multiplicar sus competencias locales y accesibles, con lo que los jugadores acumulan algo invaluable: experiencia. El talento sin competencia es como una espada sin filo: tiene potencial, pero no corta. Si queremos que nuestras ideas, habilidades o equipos evolucionen, hay que meterlos al juego, dejarlos fallar, retarlos con frecuencia. ¡Que se fogueen!
Los italianos siguen amando la arcilla, pero entendieron que si querían competir globalmente, debían adaptarse a las superficies más comunes del circuito profesional. Multiplicaron por cuatro sus canchas duras desde 2010. Recordemos, no se trata de renunciar a lo que te hace único, sino de evolucionar estratégicamente para ser competitivo. ¿Qué estás defendiendo por costumbre y no por convicción? Adaptarse no es traicionarse, es mantenerse vigente.
¡La Costruzione della Grandezza! Italia ya no juega a la sombra de nadie. Su éxito no se basa en una estrella aislada, sino en un modelo colectivo, sostenible y bien ejecutado. En el deporte, como en la vida, no se trata solo de tener talento, sino de saber desarrollarlo, cuidarlo y proyectarlo. Y como nos enseñan Paolini y Sinner, no se necesita hacer ruido para hacer historia. ¿Estás construyendo tu propio sistema para crecer, o sigues esperando que el talento lo haga todo? ¡Qué esperas!