La NFL siempre nos recuerda lo impredecible que es la vida. Apenas van unas semanas de temporada y ya vimos cómo varias estrellas —Joe Burrow, Malik Nabers, Najee Harris, Austin Ekeler, James Conner, CeeDee Lamb— han caído por lesiones. Son jugadores en los que los equipos invirtieron millones, en los que se construyó un plan de juego entero… y, de repente, basta un movimiento en falso para que todo cambie.
¿Qué raro no? Esa es la paradoja: lo que parecía seguro, resulta ser lo más frágil. Y lo mismo pasa en las empresas y en nuestra vida diaria. Apostar todo a una sola persona, a un solo cliente, a un solo plan, puede ser cómodo, pero también es peligrosamente vulnerable. Un día, por causas ajenas a ti —salud, familia, una renuncia inesperada—, ese pilar desaparece. Y si no estás preparado, el golpe puede ser fatal.
En la NFL, la clave no es solo tener estrellas, sino contar con profundidad en el roster. Políticas claras, sistemas sólidos, cartas de reemplazo. En los negocios pasa igual: las organizaciones que trascienden son aquellas que no dependen de un solo líder, sino que construyen equipos capaces de sostenerse aún en ausencia de sus figuras. Como dice el refrán: “Más vale tener un plan y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo.”
El otro ángulo de estas lesiones es fascinante: las oportunidades que se abren para los suplentes. Muchos de ellos esperan años, incluso toda su vida, por un momento así. Ahí está la historia de Tom Brady: entró a suplir a Drew Bledsoe tras una lesión, y nunca volvió a ser suplente Lo que parecía un accidente, cambió la historia del deporte.
Cada suplente en la NFL sabe que debe estar listo para cuando llegue su instante. Lo mismo pasa con nosotros. Las oportunidades no siempre se anuncian; llegan disfrazadas de imprevisto, de caos, de ausencia. Y sólo quien está preparado, quien ha trabajado en silencio, no la soltará.
La lección es clara: no pongas todos los huevos en una sola canasta, ni como organización ni como persona. Construye sistemas que resistan la fragilidad de lo seguro. Y al mismo tiempo, vive y trabaja como si mañana te fueran a llamar a la cancha. Porque quizás no sea tu turno todavía, pero cuando lo sea, debes estar listo para demostrar que puedes quedarte con el puesto.
En la vida, como en la NFL, no siempre ganan los más fuertes. Muchas veces ganan los que están listos cuando llega el momento y tienen profundidad.