Terminó otra edición de Roland Garros, el segundo torneo “Major” del año en el tenis mundial, reconocido por su histórica arcilla roja. Fue una semana de triunfos, derrotas dolorosas, glamour... pero sobre todo, muchas lecciones. Aquí te comparto algunas que dejaron las finales celebradas el pasado fin de semana.
1. El poder de manifestarse
Manifestarse es más que desear algo: es declarar públicamente una intención, una visión que uno visualiza como realidad futura. No es magia: cuando lo hacemos con convicción, preparamos mentalmente el terreno para actuar en consecuencia. Psicólogos deportivos lo usan con frecuencia: visualizar el éxito puede aumentar la confianza y enfoque de un atleta.
Coco Gauff, campeona femenil, compartió en redes sociales una fotografía de su cuaderno, donde había escrito repetidamente: “I will win French Open 2025”. Una “plana” con poder. Esta práctica de afirmación no sólo reafirma el objetivo, sino que ancla la mente a ese propósito. Y lo logró. Visualizó, se preparó... y cumplió.
2. Cuando hay competencia, todos ganan
Las dos finales, femenil y varonil, se definieron en el último set. La masculina, entre el español Carlos Alcaraz y el italiano Jannik Sinner, fue una batalla de 5 horas y 29 minutos, considerada ya una de las mejores de la historia.
Cuando hay competencia real, nadie pierde. Aficionados, organizadores, marcas, jugadores… todos se benefician. En economía hay una frase que lo resume bien: “La competencia impulsa la innovación y mejora la calidad para el consumidor.” Lo mismo pasa en el deporte: cuando hay rivales de nivel similar, el espectáculo se eleva.
3. La importancia de cerrar y de ser resilentes
En el cuarto set, Jannik Sinner tuvo tres oportunidades consecutivas para cerrar el partido. Las apuestas a favor del italiano estuvieron -50000, es decir, por cada $500 dólares que le apostabas, ganabas $1 dólar. Estaba ya terminado… pero no cerró.
En el mundo profesional pasa igual: puedes tener una gran estrategia, una gran propuesta... pero si no cierras, no sirve de mucho. El arte del cierre requiere sangre fría, convicción y capacidad de ejecutar bajo presión.
Por otro lado, Alcaraz nos recordó el valor de la resiliencia. Nunca había ganado un partido de Grand Slam tras ir dos sets abajo. Y no se rindió. A los 22 años, remontó contra el #1 del mundo. Lo dijo con humildad: “Nunca dejes de creer, porque el juego no se acaba... hasta que se acaba.”
4. La gratitud en la derrota también es liderazgo
En la premiación, como dicta el protocolo, ambos jugadores se felicitaron. Pero en las entrevistas posteriores, Sinner dio una cátedra de humildad: agradeció a su equipo, habló de su proceso y reconoció el talento de su rival. Nada de excusas.
En un mundo donde perder suele doler más de lo que ganar alegra, saber perder con clase es una señal de madurez y liderazgo. “No siempre se gana. Pero siempre se aprende”, dijo alguna vez Rafa Nadal. Y Sinner lo demostró. Agradeció múltiples ocasiones la oportunidad de estar en estas instancias. La gratitud, la cara de la derrota.
5. Un “deporte individual” con todo un equipo detrás
Carlos Alcaraz subió a las gradas tras ganar el torneo para abrazar a su entrenador, a sus padres, a su preparador físico, a su agente… su red de apoyo.
Aunque el tenis es un deporte uno a uno, detrás del éxito de cada jugador hay un ecosistema de personas que lo forman, cuidan, orientan y acompañan. Así pasa también en la vida profesional: nadie llega solo. El que te cuida el calendario, el que te anima cuando estás por rendirte, el que te ayuda a tomar mejores decisiones. El talento suma. El equipo multiplica.
Esta edición de Roland Garros quedará en los libros como una de las más memorables. Por el tenis, por la emoción... y por las lecciones. Y tú, ¿con qué te quedas?
Merci, Paris. Au revoir.