Este fin de semana se realizó el U.S. Open, uno de los Majors en el Golf, donde J.J. Spaun se alzó con el trofeo. Para esta edición, el escenario fue el Oakmont Country Club, un campo que parece diseñado para quebrar a los mejores del mundo.
Ubicado en las afueras de Pittsburgh, Oakmont es una institución con más de 120 años de historia. Ha sido sede del U.S. Open en 10 ocasiones, más que ningún otro campo. Pero su fama no viene del prestigio, sino de lo complejo.
Los fairways angostos parecen pasillos de quirófano. El rough mide más de cinco pulgadas y está diseñado para tragar pelotas. Sus 175 trampas de arena incluyen la famosa “Church Pew”, una pesadilla de 550 toneladas de arena. Y los greens… son otro nivel: rápidos como hielo, con velocidades que llegan a 15 en el Stimpmeter (la mayoría de campos promedian entre 10 y 12).
“No hay nada como Oakmont”, dijo Scottie Scheffler, el número uno del mundo. “Es probablemente el campo más difícil que jugaremos en toda nuestra carrera.”
Entre roughs imposibles, greens indomables y doble bogeys inevitables, Oakmont también dejó grandes lecciones este fin de semana.
Este campo no premia al que va con todo, sino al que administra su energía, sus tiros y sus emociones. Jugar agresivo en este campo es casi suicida. Se impone la estrategia sobre el ímpetu. La paciencia sobre la prisa.
Como en la vida: en los escenarios más duros, no gana el más atrevido, sino el más sabio. El que sabe cuándo esperar, cuándo apretar, y cuándo simplemente sobrevivir. ¡Se administra!
Tirar un +4 no suena heroico… pero aquí podría bastar. A veces, resistir vale más que brillar. En un mundo donde todo es sobresalir, Oakmont nos recuerda que aguantar también es triunfar. Es un espejo de nuestras semanas / momentos difíciles, donde solo levantarse y seguir ya es una medalla. ¡Aguante!
J.J. Spaun probablemente no tuvo un score vistoso, apenas un -1. Pero su trofeo tendrá un valor distinto: el de haber dominado el caos; el domingo realizó 5 bogeys en los primeros 6 hoyos. Recordándonos que no todos los logros vienen acompañados de reconocimientos. La excelencia muchas veces es silenciosa, tensa y con fracasos; no por eso menos admirable.
Definitivamente la semana pasada no jugaste el U.S. Open, pero probablemente sí estés enfrentando tu propia versión de Oakmont: una venta que no cierra, un equipo desmotivado, una mala racha, un cliente difícil, un reto personal; por lo tanto, te recuerdo:
No siempre se gana atacando. A veces basta con no equivocarse.
No siempre hay que romper récords. A veces el mérito es resistir.
No siempre el éxito brilla. Pero cuando llega, deja huella.
Como dicen los caddies: “swing suave, mente firme”. Que tengas una gran semana.